lunes, 12 de septiembre de 2011

Letanía (Julian Werner)






Hola:



¿Cómo has estado? Bien, me alegro recién llego del viejo monasterio donde fui a rezar por la salvación de tu alma, pues debes haber fenecido, te fuiste sin decir, tan siquiera un adiós, me dejaste solo y desolado, sin saber las causas que originaron tu partida.



Siempre he sido víctima de mis divagaciones, y he supuesto un sinfín de razones por tu abrupta desaparición, entre ellas pensé, se fugó con un amante secreto… más descarté esa versión pues no notaba esa felicidad en las últimas líneas que me escribiste; y además reflejabas una urgida necesidad de ser amada.



La otra, pensé en una enfermedad, en algo lento que va consumiendo la vida, pero, también esa la descarté, pues los humanos al ver que nuestro fin se avecina, comenzamos a ensayar las mentiras que diremos en el más allá (como si éstas fueran valederas para la ocasión) para justificar nuestros pecados, y tú, eso no lo has hecho.



Bien, entonces tal vez una muerte fulminante, pero lo descarté por igual, pues entré a tu blog y vi que recién añadiste algo escrito por ti, y leí tu escrito, y me dije, es más simple aún, no pierdas tu tiempo con tus innecesarias preces, pues de haber muerto de seguro ella se iría al mas allá sin arrepentimientos de sus pecados, y para que tus rezos tengan algún efecto, al menos debe existir una contrición previa del pecador para así lavar la afrenta de sus pecados. Y ese… no es tu talante, así que llegué a la conclusión de mi divagar; y concluyo con mi modesta rima, no más rezos tristes ni llantos, es ella que finalmente te ha olvidado, quizás ya tiene a otro a su lado y ... es bueno que tú hagas otro tanto...



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